jueves, 27 de noviembre de 2014

El gimnasio

Nadie negará que decidir si ir o no al gimnasio puede llegar a tener la envergadura de un problema existencial. En un primer momento, dejándote llevar por una especie de imperativo categórico, vas a apuntarte, con la seguridad propia de quien ha tomado la decisión correcta. Una vez dado este paso, sabes que tienes que ir, porque no hacerlo es como contravenir a un pacto que has signado contigo misma. Y este es el problema. Si no estás suficientemente motivada, es casi seguro que pronto dejarás de acudir a tus sesiones de entrenamiento.

A mí, los gimnasios no me gustan especialmente, sin embargo he de reconocer que, cuando voy, me siento mucho mejor que cuando decido no ir. Es una realidad: las endorfinas que libera el cuerpo haciendo ejercicio son capaces de aliviar cualquier malestar, físico o sicológico, que tenga.

Entonces ¿por qué me falla la constancia a la hora de ir cada semana? No lo sé. Creo que se debe a cierta vagancia innata de la que me costa desprenderme… Esta debe ser la razón. Si no, no me explico por qué continuo tropezando en la misma piedra: pagar religiosamente mi cuota y no ir.

De hecho, no acudía al gimnasio desde el mes de julio… Me da hasta vergüenza tener que reconocerlo, pero... se acabó! He tomado consciencia de mi estado físico y mental y he decido volver a mi rutina de máquinas y abdominales.

El gimnasio al que voy es muy barato (19,90 euros al mes, incluidas las clases dirigidas) o low cost, como se dice hoy en día, pero dispone de lo básico, está limpio (cosa muy importante) y, sobretodo, está bastante cerca de mi casa. Hay gente de todo tipo: jóvenes, señoras, señores y jubilados. Todo el mundo va a su ritmo y el ambiente es relajado. Por lo menos, a las horas en las que voy yo.

Mi entrenamiento es sencillo y dura aproximadamente una hora y media. Como no hay entrenadores, sino solo responsables de sala, me he montado una rutina de ejercicios que se basa en los “conocimientos” que he adquirido gracias a You Tube y Pinterest. A pesar de no ser lo más adecuado (como no lo es dignosticarse enfermedades y automedicarse no siendo médico), he de decir que me va bien y me siento a gusto.

Por lo que respeta a mi equipo de deporte, uso mallas negras de corte capri compradas en el Decathlon - son cómodas y aguantan bien los lavados-,  camisetas de algodón de colores vivos y unas zapatillas de Nike muy alegres que compré en los Estados Unidos. En mi mochila también llevo un botellín de agua, unos cascos para escuchar música del móvil, una toalla, un candado para la taquilla, el neceser de ducha con las chanclas de rigor y cuatro duros, por si me entra hambre o me dejo el agua en casa.

Como dice todo el mundo que decide dedicar unas horas a la semana a las actividades deportivas, lo que hace falta para seguir adelante con los buenos propósitos son  constancia y organización. Ambas capacidades muy propias de mi persona... 
Por eso digo que, de momento, solo he vuelto, ahora habrá que ver si aguanto.

sábado, 22 de noviembre de 2014

I have a Wish List!!?

I have a Wishlist!!?

Para los niños, la Navidad, junto con las vacaciones de verano, es el momento más esperado del año. Cuando eres pequeño, padres y abuelos te dicen que tienes que escribir una carta con tus deseos para enviársela a los Reyes Magos o a Papa Noel. Y tú estás encantado de hacerlo, porque sabes que ellos nunca te defraudarán. Como trabajan solo en señaladas fechas, seguro que curran para que todos los niños del mundo estén contentos. Luego la experiencia te enseña que hasta ellos pueden meter la pata y traerte lo que no has pedido… Pero, bueno, no pasa nada porque eso también es crecer.

Una vez adulto, la costumbre de escribir cartas en Navidad se transforma en compilar listas llenas de cosas que hacer. Las listas son mucho menos elaboradas que las cartas. No tienen que seguir pautas formales específicas, solo tienen que mostrar, por orden de prioridad, los cometidos con los que hay que cumplir. Es evidente que las listas no tienen ni la mitad de la gracia de las cartas. Pero cada tipología textual responde a una determinada situación comunicativa, por lo tanto, allá donde las cartas entretienen, las listas despachan rápido.

Las mujeres que tenemos una ligera adicción a recolectar maquillaje y productos de belleza en general, en esta época del año, no hacemos listas, preparamos Wishlists! Y así nos parece que volvemos a creer, aunque solo un poquito, en Papa Noel y los Reyes Magos como cuando éramos niñas…

Cumpliendo con la tradición navideña, presento aquí, con toda la modestia y la parsimonia de que soy capaz, un esbozo de Wishlist, ya que no excluyo que, dentro de unos días, mi deseos hayan cambiado o hayan aumentado de número.


Guerlain: Limited Edition Maxi Shine Lip Gloss, 920 Rouge Parade. Es un gloss muy brillante, de un color rojo sangre - por lo que se intuye de las imágenes que hay colgadas en la red. He de decir que no soy muy amiga de este tipo de labiales. Suelen ser muy pegajosos, hasta el punto que, al primer golpe de aire, los mechones de pelo suelto quedan enganchados a los labios. Pero dicen las leyendas urbanas que eso no pasa si llevas Guerlain! Ya veremos. 

Dior: Diorific vernis 762 Shock y 990 Smoky. De las dos me gusta más la segunda, por su color lila intenso, pero si alguna alma benévola quiere regalarme las dos, no hay ningún inconveniente.

Marc Jacobs: Beauty Eyeliner Gel Eye Crayon in black; O mega Bronze Perfect Tan; Enamored Hi Shine Nail Laquer Limited Edition. Puede que esté pasando un poco, pero he oído muy buenas críticas sobre sus polvos de sol de color universal y, siempre en búsqueda de mejorar el tono cetrino de mi piel, me gustaría probarlos. Tengo ya un lápiz de ojos de MJ y he de decir que me gusta mucho: el color es marrón oscuro con un toque "líquido" que le da un aire diferente a los típicos marrones.  


He de admitir que aún no he visto ni tocado con mano los productos de la lista que forman parte de las  Holidays Collections , ya que en mi Sephora de diario no estaban. Por eso, puede ser que una vez los vea, no me acaben de convencer... y tenga que trazar otras coordenadas para mis Reyes.

jueves, 20 de noviembre de 2014

El origen de las cosas

En mi vida anterior fui filóloga clásica. Estudié durante muchos años griego y latín, historia de Grecia y Roma, arte y literatura. Estudié con pasión, dedicación y esfuerzo porque en las palabras de los antiguos encontraba el sentido de todo lo que, a primera vista, no entendía.

La antigüedad clásica me fascinaba. En parte hoy aun me fascina, sobre todo cuando miro hacia atrás y me veo a misma, encerrada durante horas en una habitación llena de libros y papeles. En ese mundo se concentraba, para mí,  la quintaesencia de la elegancia. Sé que la imagen que tenemos de la Grecia antigua no corresponde a la realidad histórica, que no todo era luz y razón, que los templos y las estatuas estaban pintadas de vivaces colores... Pero, incluso así, hay que admitir que la harmonía de las formas, la distribución de los volúmenes así como la simetría de las construcciones sintácticas, ilustran el concepto occidental de equilibrio.


Este concepto se puede reducir a una palabra: cosmos. Cosmos significa “orden” y se opone, como un antónimo, a la palabra caos. Caos es lo que hay en el principio de los principios, mucho antes que los dioses fuesen ni tan siquiera imaginados. El cosmos nace del caos, de aquellos elementos primordiales que no tienen tan solo consciencia de existir. Se necesita orden para que todo pueda empezar. Y orden para los griegos es belleza. De hecho, de cosmos deriva cosmética. La cosmética es la búsqueda del orden entendido como belleza. Por eso, para los griegos, lo que es bello también es bueno.

Escribía John Keats (1795-1821), perdido en la contemplación de una urna griega:

Cuando a nuestra generación destruya el tiempo
tú permanecerás, entre penas distintas
de las nuestras, amiga de los hombres, diciendo:
«La belleza es verdad y la verdad belleza»...
Nada más se sabe en esta tierra y no más hace falta.


Es bonito conocer el origen de las cosas, es decir, el origen de las palabras… que viene a ser lo mismo, ya que las cosas sin nombre simplemente no existen.

martes, 18 de noviembre de 2014

Los ojos

Los ojos son el espejo del alma. Mirad a la auctoritas! Cuantas veces nos lo han recordado... Sin duda es un tópico. Y de tanto escucharlo, como todos los tópicos, este también ha perdido su gracia original. Pero podemos decir que, también como todos los tópicos, dice la verdad. Nuestra mirada nos delata a menudo, hasta cuando hacemos todo lo posible para disfrazar nuestras emociones.

Pero los ojos – para ser más exactos, la piel que los rodea- son también el espejo de la edad. Cuando pasas la frontera de los treinta, aunque no tengas arrugas marcadas, igualmente vas notando que a tu cara le está pasando algo. Ya no te ves como antes. Parece que, de forma casi imperceptible, el conjunto de tus volúmenes va cediendo a la fuerza de la gravedad. Puede ser que no quieras admitirlo, pero por tus adentros empiezas a entender que, por mucho que te esfuerces en no querer verlo, te vas haciendo mayor.

Personalmente, hace unos años que tengo 35 y pienso quedarme aquí mucho tiempo más. No me importa. Estoy contenta así. Es cierto que, para conseguirlo, tengo que hipotecar parte de mi sueldo... Y castigarme con una rutina larga y tediosa. Antes no era así. He de confesar que, según como, podía llegar a meterme en la cama sin desmaquillarme. Arggg!

La piel del contorno de los ojos es la más frágil. La mía encima es muy sutil: siempre ha dejado entrever a los demás los pequeños vasos sanguíneos que la alimentan. Pero, como he dicho, antes esto no me importaba mucho. Convivía con mis ojeras, oscuras de verdad – tipo oso panda, para que nos entendamos – sin hacer uso de corrector alguno.

He de decir que el corrector es para mí un producto muy antipático. Aun hoy a mis 35 años soy reacia a ponérmelo. Y, si de bases tengo unas cuantas, de correctores solo tengo uno, dos si cuento el iluminante. Soy de aquellas personas que prefieren el cuidado de la piel al camuflaje.

Antes de continuar, me gustaría precisar una cosa, porque creo que aún no lo he hecho. Como la mayoría de las mujeres a las que nos gusta el mundo de la skin care y del make up (a que ha sonado bien?!), yo tampoco soy una profesional de la estética. Más bien soy una adicta. Por eso, lo que escribo aquí es simplemente el resultado de mi experiencia personal y no quiere ser un decálogo para las demás. Todas encontramos nuestra rutina y esta es la mía… de los últimos meses.

Desde hace un año, he optado para utilizar dos cremas de contorno: una para el día y otra para la noche. Básicamente, necesito nutrición, porque noto que al final del día la piel se me reseca bastante, haga frio haga calor. Además necesito algo que me desinfle los párpados a primerísima hora de la mañana que es cuando me levanto.

He probado muchos productos, de alta perfumería y de medio coste, bio y de farmacia… Tengo la curiosidad de un simio africano y puede que por eso aún no haya dado con el contorno perfecto. Lo único que tengo claro es que tiene que tener una consistencia untuosa y mantener la sensación de hidratación a lo largo del día laborable.
Ahora me ha dado para volver a una marca que conocía de antes… En el ámbito de la skin care como en economia también es cuestión de ciclos…

Los dos productos que ahora mismo estoy utilizando son de la marca Kiehl’s. Kiehl’s, como muchos ya saben, es una casa americana, heredera de una antigua y entrañable farmacia de Nueva York fundada en 1851. Una larga tradición sin duda… evidentemente hoy la farmacia en si ya no existe: ha quedado fagocitada dentro de una compañía de dimensiones despropositadas que engloba otras grandes marcas. Sin embargo, la magia del márquetin es muy poderosa y cuando entras en una de las tiendas de Kiehl’s tienes la sensación de entrar en una especie de botica de las de antaño.


Más allá de todo esto, queda que sus productos son bastante buenos, aunque algunos contengan parafina líquida o alguna que otra silicona… Pero no quiero ponerme en modo talibán, todo lo contrario. Las dos cremas para el contorno de ojos que he comprado me gustan mucho y las utilizo con constancia cada día desde hace casi dos semanas. Son las siguientes:

  • Powerful Wrinkle Reducing Eye Cream (37,50 euros)

En la página web, dicen de ella que contiene Cobre PCA y Calcio PCA, que "repara visiblemente las arrugas y refina la textura de la piel".


  • Midnight Recovery Eye (28,50 euros)
En la página web, dicen de ella que "disminuye la apariencia de las lineas de expresión; reduce bolsas y ojeras; está libre de parabenos, aceites minerales y siliconas".

De momento, solo puedo decir que amb son confortables, tienen una textura agradable y mantienen el contorno de ojos bastante hidratado. Pero también he añadir que yo tengo un aliado valioso del que os hablaré en otra entrada, cuando esté más segura de las combinaciones cabalísticas que estoy haciendo. 

Para acabar, yo las he comprado en el corner Kiehl’s del Cortes Inglés de la plaza de Catalunya de Barcelona, en una de mis incursiones del jueves al mediodía. Esta vez de verdad necesitaba los productos, pues se me habían acabado los anteriores.

martes, 11 de noviembre de 2014

Mujeres del siglo XVIII



 

La primera vez que vi un retrato de María Antonieta, la más famosa de las reinas de Francia, me quedé fascinada delante de su –nunca mejor dicho - majestuoso peinado. En general, por lo que sabemos, las mujeres del siglo XVIII pertenecientes a la nobleza -de sangre o de dinero- acostumbraban a llevar pelucas. Y los hombres también. Se cuenta  que fueron ellos los primeros en descubrir las ventajas de los postizos[1].


Por lo que se refiere a las pelucas femeninas, cabe decir eran especialmente elaboradas. Las realizaban maestros en el arte de tejer pelos, fueran humanos, de caballo o de cabra. Podían ser de diferentes colores: blancas, rosas, violetas o azules. Se podían decorar con lazos, fruta, flores o barquitos tipo "gondola veneziana". Debían de pasar bastante y quizás las construcciones más atrevidas se reservasen para las ocasiones especiales. El mantenimiento era una tarea compleja 
que las más pudientes encargaban a criados fieles y diestros.

La corte de Francia dictaba ley en el mundo de la moda y Francia, a pesar de los cambios de regímenes, ha sido siempre un referente del buen gusto para los que no somos franceses. Pero, sin ánimos de ofender a nadie, convendría recordar que, en el caso de los postizos,  la cosa iba más allá del gusto y de las modas, y tenía que ver con la higiene personal... en pocas palabras, aquellas damas impecables y aquellos caballeros dignos no conocian la práctica de lavarse la cabeza...

Hoy en día no nos faltan champús, mascarillas y acondicionadores de todo tipo, sin embargo también  nos gustan los postizos!

Desde que descubrí que muchas  celebrities no habían nacido con esas melenas abundantes y relucientes, me puse a investigar el asunto de las extensiones.



Cortina de pelo
Siempre me ha gustado el pelo largo y liso, pero madre naturaleza me ha dotado de un pelo que no es ni liso ni rizado, ni negro ni castaño... Durante casi toda mi vida lo he llevado largo y, cuando el tiempo  me lo ha permitido, he recurrido sin reparo a las planchas.
Caja con instrucciones

Decidida a luchar contra el destino, un día fui a la peluquería donde solía cortarme el pelo y pregunté por las extensiones. Menudo trabajo! Menudos precios! Tengo que decir que desistí más por miedo a estropear mi pelo que por dinero. Y así fue hasta que entré en una de las tiendas que la cadena My Hair tiene en Barcelona. En estos establecimientos, que se encuentran fácilmente en todos los centros Comerciales de España, te colocan extensiones o te venden cortinas de pelo - natural o artificial - que son de quita y pon. Naturalmente fascinada delante del espejo, viéndome con aquel cabello largo y abundante, no pude resistirme y pagué 80 euros por una de esas cortinas de pelo artificial. 

Anclaje

La cortina se aplica con clips y he de decir que se camufla muy bien con el pelo natural si lo llevas peinado y planchado. El resultado es notable, aunque hay que decir que el material de que está hecha no permite, por ejemplo, pasarle el rizador para crear ondas y bucles. En la tienda me dijeron que si se les da un uso intensivo, casi cotidiano, este tipo de postizo al cabo de un año tiene un desgaste importante.

Las vendedoras y, en general, los peluqueros recomiendan la compra de extensiones de cabellos humanos. Dicen la calidad de estos cabellos es fenomenal. Yo he optado por el pelo artificial para empezar… y menos mal… Porque, aunque me cueste admitirlo y me dé un poco de vergüenza, tengo que confesar que me colgué las extensiones solo en una ocasión y que las guardo, eso sí a buen recaudo,  en mi abarrotado armario, junto con las otras piezas de vestir.
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[1] El anecdotario nos explica que el Rey Sol, Luís XIV, inventor del absolutismo, preocupado por el avanzar inexorable de sus entradas, empezó a cubrir su real cabeza con pelucas de tirabuzones.