domingo, 9 de noviembre de 2014

El tocador


Tendemos a hacer de la infancia un mito, una especie de mito fundacional de nuestra existencia. Debe de ser por eso que todo lo que pasa en aquellos años acaba adquiriendo, en nuestra memoria, el aspecto borroso  de las antiguas fotografías.
Como los demás, yo también de mi infancia guardo unas cuantas imágenes, a menudo sacadas de contexto. Y entre ellas  está justamente la del tocador que da nombre a esta entrada.
El tocador era sencillo y elegante, de madera sólida, con unos cajones pequeños y un espejo grande. Había perdido parte del barniz que en otro día le daba lustre, pero  se podían ver todavía los insertos de madera más clara que lo decoraban con dibujos imaginarios. Estaba a oscuras, en una habitación  medio vacía - o llena de trastos según se mire - abandonado, pues había perdido ya toda su función. Recuerdo que, a escondidas de mis padres, me dispuse a limpiarlo con la intención de devolverlo a la realidad de los espacios vivos porque me parecía muy bello. No había en mi piso de ciudad un mueble tan extraordinario.
Yo no sabía de quien era, porque en aquella casa vieja y casi en ruinas habían vivido muchas mujeres de mi familia. Me quedé sorprendida cuando mi tía me explicó que era de  mi abuela. Mi abuela, vestida de negro, con su mirada triste, hacía años que no se miraba en un espejo. Cuando murió su marido, quien por cierto había comprado ese tocador para ella, su tercera esposa, mi abuela se cerró a la vida, al amor y a la belleza. Hizo de tripas corazón y se dedicó a sacar adelante a mi padre, su único hijo, haciendo todo lo posible para que tuviera lo mejor.
Mi abuela tenía un bello tocador de madera, con los  cajones vacíos. No sé a dónde fue a parar porque mi padre acabó vendiendo aquella casa. Yo no tengo tocador, pero sí muchas cosas con las que llenarlos. Así es la vida. Por eso, pasados unos cuantos años  de su muerte, me gustaría dedicar a Josephine todo lo que escribo.

2 comentarios:

  1. No se puede tener más clase. Nos vemos!

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  2. Tu texto, así como tu tocador, también resulta sencillo y elegante. ¡Espero que tengas la suerte que te mereces llenando sus cajones de belleza... y de literatura!

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