martes, 11 de noviembre de 2014

Mujeres del siglo XVIII



 

La primera vez que vi un retrato de María Antonieta, la más famosa de las reinas de Francia, me quedé fascinada delante de su –nunca mejor dicho - majestuoso peinado. En general, por lo que sabemos, las mujeres del siglo XVIII pertenecientes a la nobleza -de sangre o de dinero- acostumbraban a llevar pelucas. Y los hombres también. Se cuenta  que fueron ellos los primeros en descubrir las ventajas de los postizos[1].


Por lo que se refiere a las pelucas femeninas, cabe decir eran especialmente elaboradas. Las realizaban maestros en el arte de tejer pelos, fueran humanos, de caballo o de cabra. Podían ser de diferentes colores: blancas, rosas, violetas o azules. Se podían decorar con lazos, fruta, flores o barquitos tipo "gondola veneziana". Debían de pasar bastante y quizás las construcciones más atrevidas se reservasen para las ocasiones especiales. El mantenimiento era una tarea compleja 
que las más pudientes encargaban a criados fieles y diestros.

La corte de Francia dictaba ley en el mundo de la moda y Francia, a pesar de los cambios de regímenes, ha sido siempre un referente del buen gusto para los que no somos franceses. Pero, sin ánimos de ofender a nadie, convendría recordar que, en el caso de los postizos,  la cosa iba más allá del gusto y de las modas, y tenía que ver con la higiene personal... en pocas palabras, aquellas damas impecables y aquellos caballeros dignos no conocian la práctica de lavarse la cabeza...

Hoy en día no nos faltan champús, mascarillas y acondicionadores de todo tipo, sin embargo también  nos gustan los postizos!

Desde que descubrí que muchas  celebrities no habían nacido con esas melenas abundantes y relucientes, me puse a investigar el asunto de las extensiones.



Cortina de pelo
Siempre me ha gustado el pelo largo y liso, pero madre naturaleza me ha dotado de un pelo que no es ni liso ni rizado, ni negro ni castaño... Durante casi toda mi vida lo he llevado largo y, cuando el tiempo  me lo ha permitido, he recurrido sin reparo a las planchas.
Caja con instrucciones

Decidida a luchar contra el destino, un día fui a la peluquería donde solía cortarme el pelo y pregunté por las extensiones. Menudo trabajo! Menudos precios! Tengo que decir que desistí más por miedo a estropear mi pelo que por dinero. Y así fue hasta que entré en una de las tiendas que la cadena My Hair tiene en Barcelona. En estos establecimientos, que se encuentran fácilmente en todos los centros Comerciales de España, te colocan extensiones o te venden cortinas de pelo - natural o artificial - que son de quita y pon. Naturalmente fascinada delante del espejo, viéndome con aquel cabello largo y abundante, no pude resistirme y pagué 80 euros por una de esas cortinas de pelo artificial. 

Anclaje

La cortina se aplica con clips y he de decir que se camufla muy bien con el pelo natural si lo llevas peinado y planchado. El resultado es notable, aunque hay que decir que el material de que está hecha no permite, por ejemplo, pasarle el rizador para crear ondas y bucles. En la tienda me dijeron que si se les da un uso intensivo, casi cotidiano, este tipo de postizo al cabo de un año tiene un desgaste importante.

Las vendedoras y, en general, los peluqueros recomiendan la compra de extensiones de cabellos humanos. Dicen la calidad de estos cabellos es fenomenal. Yo he optado por el pelo artificial para empezar… y menos mal… Porque, aunque me cueste admitirlo y me dé un poco de vergüenza, tengo que confesar que me colgué las extensiones solo en una ocasión y que las guardo, eso sí a buen recaudo,  en mi abarrotado armario, junto con las otras piezas de vestir.
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[1] El anecdotario nos explica que el Rey Sol, Luís XIV, inventor del absolutismo, preocupado por el avanzar inexorable de sus entradas, empezó a cubrir su real cabeza con pelucas de tirabuzones.  

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