martes, 27 de enero de 2015

Paralelo 38

El paralelo 38 cruza la frontera entre dos estados: Corea del Norte y Corea del Sur. Antiguamente formaban un solo país, pero, como consecuencia de las hostilidades de la guerra fría, en los años cincuenta, se dictaminó su separación. A raíz de esto, las regiones situadas al norte del paralelo quedaron en la órbita comunista, bajo la égida de la Unión Soviética; mientras que las situadas al sur quedaron al amparo de los Estados Unidos y países aliados. Cesada la guerra fría, Corea quedó dividida en dos y su pueblo ideológicamente enfrentado.

¿Y a qué viene ahora hablar de Corea? Pues, resulta que de Corea del Sud llegan vientos nuevos cuanto a cosmética. Hace ya unos años se empezó a hablar en la red de las BB creams y sus milagrosos efectos sobre las pieles con todo tipo de imperfección. Poco a poco, el interés por estas cremas con color fue creciendo. Se abrieron tiendas on-line que comercializaban las auténticas BB creams coreanas y marcas como Misha o Skin 79 se dieron a conocer en el mundillo del Make Up y de la Skin Care[1].

Naturalmente, siendo yo de índole curiosa, empecé a navegar buscando información más detallada y me encontré con sitios, tipo www.KoreanQueens.com, que importan productos de cosmética coreana en España. Además, me enteré que el cuidado de la piel es fundamento de vida para las mujeres coreanas. Tanto es así que dedican mucho tiempo a llevar a cabo sus rutinas de limpieza y cuidado, siguiendo unas pautas muy precisas[2].

A pesar de todo, no me decidí a comprar nada, porque prefiero tocar con mano y probar antes las bases de maquillaje o bien los productos de Skin Care. Claro que me quedé con las ganas…
Y un buen día, al salir de mi clase de inglés, me fijé por primera vez en una tienda que tenía en su escaparate unos curiosos potecitos-muñequitos de aires manga. Me paré y, gratamente sorprendida, vi que comercializaba ¡cosmética coreana!

La tienda se llama MiiN y se encuentra, para los que sois de Barcelona, en la calle Pau Claris, esquina Diputación, lado montaña-Besós - con estas coordinadas tan exactas, no se va a perder nadie-. No tiene muchísimos productos, pero se pueden encontrar cositas muy interesantes. Las dependientas son dos chicas orientales, probablemente chinas (no coreanas), muy  guapas, que hablan bastante bien el castellano y atienden con mucha amabilidad.  

De momento, estos son los productos que he probado:

Herb Day 365, Cleansing Foam de la marca The Face Shop: una mousse a base de acerola –el fruto de un arbusto que crece en centro y sur América  – con ingredientes naturales y no, apta para todo tipo de piel. He de decir que limpia muy a fondo y deja una agradable sensación de frescor. Reseca un poco.

Fresh Apple Sparkling Pore Toner de la marca Skin Food: un tónico para cerrar los poros a base de manzana y… alcohol. Sí, alcohol. Se absorbe en seguida y contribuye a eliminar todo resto de suciedad o jabón que haya quedado. También es muy fresca. Lo aplico de día para acabar de despertarme.

Collagen moistfull, facial freshner de Etude House: un tónico a base de colágeno, con una textura a medio camino entre líquida y gel. Me gusta porque limpia pero también hidrata. Lo aplico por la mañana y por la tarde.
Collagen moistfull, emulsion de Etude House: una emulsión ligera, hidratante que trabaja en sinergia con el tónico de la misma línea. Se aplica antes de la crema de día o de noche.


El ranquing de precios de estos productos oscila entre 20 y 25 euros, aproximadamente.

En mi última visita a MiiN he comprado unas mascarillas de un uso, tipo peel off,  de esas que, cuando te las pones, das un susto a la muerte. Se ve que las coreanas, en su obsesión para mantenerse jóvenes, aplican cada día una mascarilla distinta y que incluso duermen con ellas. Las mascarillas son bastante baratas: entre 2 y 4 euros. De momento, solo he probado la que se deja puesta toda la noche y se retira con agua. La sensación es de hidratación y suavidad. 

Resumiendo, hace unos tres meses que utilizo estos productos. Estoy bastante contenta, pero, como siempre, no puedo asegurar fidelidad, diciendo que son los productos de mi vida. Son agradables de usar, pero no son "milagrosos", ohhh. No. Por ahora, los voy gastando, luego ya se verá.





[1] Es sabido que, aprovechando la ola, las grandes marcas occidentales empezaron a presentar sus versiones low y high cost de las BB creams.
[2] Podéis encontrar muchísima información a propósito de la Skin Care coreana en la página http//:cosmeticoskorea.wordpress.com.
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domingo, 25 de enero de 2015

Nars, oh là là!

La semana pasada fui al centro comercial Diagonal Mar de Barcelona, porque había prometido a mi hijo llevarlo al cine a ver la nueva película de Doraemon. No tenía intención de ir de rebajas, cosa que, por otro lado, no me gusta especialmente, porque nunca acabo de encontrar algo que valga la pena y… gastar por gastar… Digamos que contraviene a mis buenos propósitos del 2015. Por lo tanto, iba a pasarme dos horas sentada en una butaca mirando al gato cósmico y sus amigos.

He de decir que llegamos bastante pronto y, después de comprar las entradas, nos sobraban bien bien tres cuartos de hora. Un tiempo absolutamente aprovechable desde mi punto de vista. Decidí que podía pasar un momento por la tienda de Sephora, justo para ver qué habían rebajado. 

Las rebajas de Sephora normalmente tampoco son nada del otro mundo, siempre y cuando no busques cofres navideños de su propia marca, ediciones limitadas demasiado caras, cremas y perfumes que no han acabado de tener el éxito esperado.

A pesar de todo, entré con el niño enfurruñado a merodear entre los estantes y… Surprise surprise… ¡una paleta de Nars de oferta! 
Nars es una marca que me gusta por su estética y por su manera de entender el make up como algo jocoso y divertido[1]. Los productos se presentan en envases negros, de tacto gomoso, con el nombre de la firma escrito en letras blancas mayúsculas y nada más. Han apostado claramente por la sencillez del diseño, queriendo decir que lo que importa no es el contenedor sino el contenido. Un poco en la línea de lo que hace MAC, siempre y cuando no se trate de alguna edición limitada. En el mundo del maquillaje, el negro es el color de los profesionales.

La paleta en cuestión se llama And God created the woman. Se trata de una paleta de dimensiones reducidas, casi de bolsillo. Contiene seis sombras de colores neutros. Las tres de arriba se llaman Bellissima II (marron claro frío mate), Kalahari I (marron claro dorado shimmer) y Night Clubbing (base mate negra con brillos dorados). Las tres de abajo se llaman Alhambra I (rosa champagne shimmer), Galapagos (marron cálido shimmer) y Coconut Grove (marron oscuro mate).
Cuanto a colores, nada nuevo bajo el sol. Las texturas, pero, son muy agradables: sedosas, muy finas y fáciles de difuminar. Dentro de la cajita, hay también una muestra de Pro-Prime Smudge, base para las sombras, y la brocha nº 43 para la aplicación de las mismas. El precio inicial era de 45 euros. Todos los productos de Nars son caros, ya se sabe. Rebajada, la paleta valía 31.50 euros.






He de decir que no me la llevé al momento, porque se me estaba haciendo tarde y comprar de impulso, aunque parezca mentida, no es bueno. Por eso, me fui al cine y, al acabar la película, con el niño a rastras, bajé por las escaleras mecánicas, volví a entrar en la tienda y fui directa a la caja… asegurando a mi consciencia que me lo podía permitir, porque iba a cuenta de los gastos del mes de Enero, que tampoco han sido muchos, ya que he sabido controlarme.

Lección aprendida. Mujer de poca fe, nunca más digas que las rebajas de Sephora no valen la pena.   





[1] Una buena estrategia de márquetin, sin duda.

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domingo, 18 de enero de 2015

Uñas felices











Durante muchísimos años he sido víctima de la onicofagia, o sea, el vicio pernicioso de morderse las uñas. A causa de esta costumbre, mis uñas han tenido siempre un aspecto feo y poco sano. Por suerte, cierta capacidad de contención ha impedido que llegara al extremo de quedarme casi sin uñas, como pasa a menudo entre los “mordedores” de largo recorrido.

Con el tiempo, he conseguido superar el problema y, queriendo ir por la vía rápida, me he ido aficionando a las manicuras de gel, para conferir a mis manos aquel aspecto limpio y elegante muy propio de la manicura francesa permanente. Sin embargo, el gel es caro de mantener y mis uñas crecen más rápidas que el dinero en mi bolsillo. 

Por eso, a la larga, renuncié a reponérmelas y, como consecuencia del tratamiento agresivo recibido en los meses anteriores, me quedé con unas uñas frágiles y quebradizas. Ahora, me las cuido yo en casa, siguiendo unas pautas muy simples, patrimonio de la sabiduría popular.


En esta entrada, solo hablaré de mi manicura básica, la que realizo normalmente cada semana. Estos son los productos que estoy utilizando últimamente y los pasos que sigo para aplicarlos.

En primer lugar, con el quitaesmalte - en mi caso, el Nail Polish Remover de Kiko Milano - limpio bien las uñas y me lavo acuradamente las manos. Luego aplico un escrub de la marca JULEP, a base de ácido glicólico, que deja las manos muy suaves. JULEP no se vende en España, pero aquí se pueden encontrar productos similares de otras marcas, como Yves Rocher, por ejemplo.
En segundo lugar, me limo las uñas, con una lima de cristal que he compré en Sephora hace mucho. Mantengo mis uñas muy cortas, a ras de dedo. Las uñas largas nunca me han gustado especialmente.

El paso siguiente es la cura de las cutículas. Todo el mundo ha oído que no hay que cortar nunca las cutículas: hay que hidratarlas bien, para que mantengan un aspecto limpio y sano. El aceite de cutículas que estoy utilizando en realidad es una manteca: se llama Badger Cutilcle Care. Se trata de un producto totalmente natural, hecho a base de aceites vegetales. Siendo su textura muy densa, hay que trabajarlo bien para que se absorba. 
Una vez hidratadas las cutículas, cojo un palito de naranjo desinfectado y las “empujo” con amor, para despejar bien las uñas.

Con las uñas limadas y las cutículas en su sitio, procedo a la aplicación de la base y todo lo demás. Estoy utilizando tres productos de la marca Formula X, agrupados para trabajar en sinergia en el llamado The System. Por orden de uso, el primero es un limpiador de uñas, muy líquido que asegura la remoción de cualquier residuo de esmalte. El segundo es una base primer que prepara las uñas en el caso de que quiera pintarlas. El tercero es un top coat de acabado muy brillante, casi efecto gel.

Cuando estoy segura de que el esmalte está seco, me pongo la crema de manos. En estos momentos, tengo una de Yves Rocher, sin parabenos, a base de estracto de árnica y glicerina vegetal. 

Para acabar, un consejo: evita aplicar esmaltes de cualquier tipo antes de irte a dormir, porque, si no, al día siguiente te levantas con la marca de las sábanas en las uñas. Está comprobado que, a veces, los top coats de secado rápido son engañosos, ya que solo secan la superficie de la uña, dejando debajo la insidia del esmalte fresco. 

Cuando esto ocurre, no se puede hacer mucho más que volver a empezar, la cual cosa no es ni tan siquiera “planteable” a las siete de la mañana, cuando estás a punto de salir de casa para ir a trabajar. Lástima por el trabajo hecho. Ya se sabe que las prisas son malas consejeras. Te quedas con las uñas mate, medio desdibujadas y de aspecto peludo, una especie de nail art alternativa que puedes hacer pasar como lo último entre los manicureros de Nueva York.  
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martes, 13 de enero de 2015

From London with Love






Todos los adictos al Make Up residentes en España saben que hay una serie de marcas muy interesantes que aquí aún no se comercializan. Entre estas, está Charlotte Tilbury, un brand creado por una famosa Make Up Artist británica que tiene su propio canal de venta en Internet donde explica muy detalladamente cómo utilizar sus productos.  

Solo viendo la cura con que se diseña el packaging de CT, uno ya se imagina que no se trata, en absoluto, de una marca low cost. El color predilecto es el oro rosa, el material escogido simula el metal (tengo la duda de que algunas partes sean efectivamente metálicas) y la tipografía de su logo tiene un aire retro, tipo años 20, que acaba dando al conjunto un aspecto muy elegante.

Al visitar su página web, www.charlottetilbury.com, se nos ofrece la opción de adquirir los productos en conjuntos que reproducen unos looks inspirados en diferentes tipologías femeninas: The Golden Goddess, The Uptown Girl, The Dolce Vita… Además, Charlotte Tilbury en persona explica cómo realizar estos looks en unos videos muy didácticos en los que transforma, paso a paso, los rostros a veces inexpresivos de las modelos.

Personalmente, creo que es una buena estrategia de márquetin, realmente seductora para los amantes del Make Up, que con un golpe de tarjeta compran un sinfín de cosas… Un verdadero placer!  He de reconocer que he tenido la tentación -como no- de comprar uno de estos looks: me encanta The Golden Goddess!!! Por suerte, he conseguido frenarme, ya que los precios en libras esterlinas corresponden a verdaderas fortunas en euros.

Sin embargo, cuando mi amiga Vanessa –chica encantadora donde las haya - me comunicó su intención de visitar Londres durante las vacaciones navideñas, inmediatamente pensé que quizás podría traerme algo de Charlotte Tilbury. La marca se vende también en las tiendas de la cadena Selfridge’s[1], por lo tanto, es fácil de encontrar, dando un simple paseo por las calles comerciales de Londres.

Después de investigar en canales de You Tube y Bloglovin’, llegué a la conclusión que Filmstar Bronze and Glow era un must have que no podía faltar en mi colección. Y fue este producto tan pregonado el que viajó de Inglaterra, en la maleta de la Vane, hasta a mi cajón de maquillaje, donde ahora comparte el poco espacio que queda con otros imprescindibles.

Filmstar Bronze and Glow es una paleta de polvos compactos para contornear el rostro, que se alojan en dos compartimentos, uno para el bronceador y otro para el iluminador. El bronceador es marrón clarito, pensado más bien para pieles de claras a medias, pero para nada efectivo sobre rostros más morenos. La textura es muy fina, casi impalpable y se difumina muy fácilmente. Yo lo aplico con la brocha contour brush de Real Techniques, tratando de marcar los “huecos” de las majillas, las sienes y un poco la línea de la mandíbula para dar un aspecto más alargado a mi rostro.

El iluminador tiene una tonalidad champagne dorada y, como ya sabemos, está pensado para dar luz a los huesos de los pómulos y del arco de las cejas. Su textura me parece más gruesa que la del bronceador y me da la impresión que, si no lo difumino bien, se nota demasiado. Por lo tanto, hay que ir con cuidado y no pasarse, si lo que buscamos es naturalidad en nuestro maquillaje diario.

El packaging es especialmente cuidado como se puede apreciar en las fotos que acompañan esta entrada. El precio es la nota doliente. Como he dicho antes, no se trata de un producto low cost, además viniendo de Inglaterra tiene un precio al cambio que no es nunca conveniente. Vale 49 £ o sea más de 60 euros. Yo lo he comprado dentro de mi presupuesto para autoregalos de Navidad que van a cuenta de mi migrada paga de Diciembre. Ahora que ya he hecho el gasto del mes, espero vivamente que no salga ninguna novedad atractiva por lo menos hasta primavera, porque tengo el propósito de ahorrar un poco.
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[1] Por cierto, Selfridge’s envía a España, pero a los precios de los productos hay que sumarles siempre los portes, que no son precisamente baratos.

domingo, 11 de enero de 2015

2015

En la clase de inglés del sábado por la mañana, la profesora – una chica encantadora proveniente de la lejana Escocia – nos ha propuesto hacer una lista de New Year’s Resolutions. Se trata de una lista de buenos propósitos para el año que acaba de empezar. Otra Wish List… pienso yo. Pero, no exactamente. En este caso, la lista se centra en las aspiraciones de cada uno de nosotros como personas y no en las compras. Poniendo orden entre mis planteamientos, he preparado la siguiente hoja de ruta para el primer semestre del 2015. Una hoja de ruta sujeta a ratificación y mejora según se vea.
En primer lugar, aparte de conseguir perder peso, que es lo que desea todo el mundo en el mes de enero, me gustaría, en general, ser más feliz. Ya sé que suena infantil y un poco “bobo” por mi parte y a mis 35 años cumplidos, pero, para mí, la felicidad es alcanzar -y mantener- cierto equilibrio emocional, a pesar de los retos y las dificultades que me propone la vida.
A partir de esto, creo que los demás propósitos tienen fácil resolución. En este año 2015, quisiera ser más organizada. Dicen que la organización es la clave del éxito y yo, durante mucho tiempo, me he dejado llevar por las circunstancias sin probar a controlarlas. Ha llegado el momento de dejar atrás la pereza que a veces me acompaña, sobre todo los fines de semana. El año pasado ya hice unos pasos en esta dirección y he de confesar que me he sentido, en general, bastante satisfecha por lo que he conseguido.
Quiero aprovechar mis horas libres para ir al gimnasio y para mejorar este blog. El gimnasio, como ya saben mis pocos lectores, es un punto firme de mis propósitos de siempre. En los primeros meses del curso 2014-2015, he conseguido ir, pero no con la frecuencia que considero necesaria para obtener una verdadera mejora de mi estado físico. Entre el trabajo que se me acumula y la llegada de la época de las vacaciones navideñas, he perdido la costumbre dando prioridad a otros asuntos. ¡Y se acabó! Ya tengo mi mochila preparada.
Por lo que respeta al blog, me gustaría dedicarle unos momentos fijos a lo largo de cada semana. Para mí ha sido un gran avance empezar a escribir y un gran reto empezar a manejarme en el mundo de internet, más allá de las búsquedas de Google, los videos de You Tube o los correos electrónicos. Es muy entretenido, pero al mismo tiempo agradable, enterarse sobre recursos de diseño y fotografía, cosas que antes ni tan siquiera llamaban mi atención.
Otro propósito que ya he empezado a llevar a cabo es incrementar mi nivel de inglés, tal y como se intuye de la introducción de esta entrada. Siempre me ha motivado mucho el aprendizaje de idiomas extranjeros – bien, de idiomas en general, hasta de lenguas muertas – y estudié inglés en el cole y luego en la universidad. Sin embargo, como pasa a menudo, si la lengua aprendida no se emplea en la vida cuotidiana, muy fácilmente el cerebro deja de considerarla útil y la arrincona sin piedad. Tengo un objetivo muy claro: sacarme el Advanced.
Quiero ser un poco más ahorradora. En mi búsqueda del equilibrio, he de tener muy presente la necesidad de controlar mis impulsos gastadores. No me hacen falta todos los productos de Make Up que compro. He de centrarme solo en lo que es bueno y útil, como los productos de Skin Care y para el cuidado del cabello. Ya tengo suficientes bases, coloretes y paletas… Por cierto, mi próxima entrada la dedicaré a unas new entries que satisfacen mis veleidades de coleccionista.
Para acabar, he de confesar que tengo otro sueño por realizar… Me gustaría tener la oportunidad de encontrar un nuevo trabajo… Hace tiempo que me siento estancada en el que tengo y creo que necesito aires de cambio. Los cambios son imprescindibles en la vida de las personas. Es cierto que a veces son malos, pero también pueden ser buenos. Y hay que pensar que lo serán, porque, si no, no hay manera de avanzar un poco.
Siempre nos repetimos que solo hay una vida, que hay que vivirla lo mejor que se pueda, incluso cuando las circunstancias nos lo ponen difícil. Sin embargo, a veces no hacemos nada y nos quedamos acurrucados en nuestra zona de comodidad, incluso cuando esa zona hace tiempo que ha dejado de ser cómoda. No quiero rendirme, no lo quiero en absoluto. Haré mis deberes para mejorar, para levantarme del rincón, para buscar algo que despierte mis intereses y despeje mis capacidades.
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miércoles, 7 de enero de 2015

La ciudad de las aguas


A veces, cuando no consigo coger el sueño, porque los fantasmas del día siguen persiguiéndome de noche, estirada boca arriba en mi cama, me sumerjo en las aguas cálidas del mar. Si hay algo que me gusta  es nadar debajo del agua con los ojos abiertos y la respiración cortada. Es como entrar en otra dimensión. Mi cuerpo se vuelve liviano, liso y reluciente… Lentamente me empujo hacia arriba, encorvando la espalda y rompiendo el espejo brillante de la superficie marina.

Cojo aire, mis labios saben a sal. Me seco los ojos con el dorso de la mano y miro. El sol, alto en un cielo libre de nubes, es tan fuerte que me deslumbra, pero solo un momento. Es verano en el Mediterráneo. El aire es puro, la brisa anula la sensación de calor. La luz clara juega con las olas del mar, creando bonitos reflejos de lentejuelas doradas. Todo está en calma. De vez en cuando, se oye el grito de alguna gaviota azarosa. A lo lejos, el perfil de una silla de montar regala un aspecto curioso  la montaña que tengo delante.









Es mi ciudad. Es su playa. Es su mar. Es el lugar que me ha visto feliz, el sitio al que vuelvo en mis sueños siempre que los sueños me dejan volver.

Se llama Cagliari y no es muy grande: tiene las medidas perfectas de la típica ciudad italiana de provincias, con sus edificios de corte neoclásico, su Piazza Garibaldi, sus concurridas calles comerciales en el centro histórico.

Sin embargo, hay algo que la hace especial, diferente. Su catedral no tiene plaza, prefiere esconderse entre callejuelas sombrías sorprendiendo al visitante incauto. Desde lo alto de sus murallas, de sus torres, de su bastión de rocas blancas, se mire por donde se mire,  solo se ve el mar, el mar alrededor de todo, sin solución de continuidad. Si se llega a Cagliari en barco, ella aparece  de golpe cuando ya se está muy próximo: es como si levantara sobre las aguas, flotando entre las olas, borrosa como un espejismo.

Quizás no tenga una historia ilustre, pero por ella han pasado todos: los fenicios que la fundaron, los romanos que conquistaron, y después los vándalos, los catalanes… gente de mar, dibujantes de rutas que tropezaban en las costas de la isla que la hospeda. Es una ciudad conquistada, Cagliari, una ciudad mil veces reconstruida. Debe ser por eso que  su gente es tan peculiar, tan deseosa de vivir al día sin pensar demasiado en un mañana que seguramente vendrá.

Cuando se nace en una ciudad que es isla en una isla, se vive entre la nostalgia y la esperanza, como si la vida no acabara nunca, mirando al futuro con los ojos llenos de lágrimas y la sonrisa en los labios.