domingo, 18 de enero de 2015

Uñas felices











Durante muchísimos años he sido víctima de la onicofagia, o sea, el vicio pernicioso de morderse las uñas. A causa de esta costumbre, mis uñas han tenido siempre un aspecto feo y poco sano. Por suerte, cierta capacidad de contención ha impedido que llegara al extremo de quedarme casi sin uñas, como pasa a menudo entre los “mordedores” de largo recorrido.

Con el tiempo, he conseguido superar el problema y, queriendo ir por la vía rápida, me he ido aficionando a las manicuras de gel, para conferir a mis manos aquel aspecto limpio y elegante muy propio de la manicura francesa permanente. Sin embargo, el gel es caro de mantener y mis uñas crecen más rápidas que el dinero en mi bolsillo. 

Por eso, a la larga, renuncié a reponérmelas y, como consecuencia del tratamiento agresivo recibido en los meses anteriores, me quedé con unas uñas frágiles y quebradizas. Ahora, me las cuido yo en casa, siguiendo unas pautas muy simples, patrimonio de la sabiduría popular.


En esta entrada, solo hablaré de mi manicura básica, la que realizo normalmente cada semana. Estos son los productos que estoy utilizando últimamente y los pasos que sigo para aplicarlos.

En primer lugar, con el quitaesmalte - en mi caso, el Nail Polish Remover de Kiko Milano - limpio bien las uñas y me lavo acuradamente las manos. Luego aplico un escrub de la marca JULEP, a base de ácido glicólico, que deja las manos muy suaves. JULEP no se vende en España, pero aquí se pueden encontrar productos similares de otras marcas, como Yves Rocher, por ejemplo.
En segundo lugar, me limo las uñas, con una lima de cristal que he compré en Sephora hace mucho. Mantengo mis uñas muy cortas, a ras de dedo. Las uñas largas nunca me han gustado especialmente.

El paso siguiente es la cura de las cutículas. Todo el mundo ha oído que no hay que cortar nunca las cutículas: hay que hidratarlas bien, para que mantengan un aspecto limpio y sano. El aceite de cutículas que estoy utilizando en realidad es una manteca: se llama Badger Cutilcle Care. Se trata de un producto totalmente natural, hecho a base de aceites vegetales. Siendo su textura muy densa, hay que trabajarlo bien para que se absorba. 
Una vez hidratadas las cutículas, cojo un palito de naranjo desinfectado y las “empujo” con amor, para despejar bien las uñas.

Con las uñas limadas y las cutículas en su sitio, procedo a la aplicación de la base y todo lo demás. Estoy utilizando tres productos de la marca Formula X, agrupados para trabajar en sinergia en el llamado The System. Por orden de uso, el primero es un limpiador de uñas, muy líquido que asegura la remoción de cualquier residuo de esmalte. El segundo es una base primer que prepara las uñas en el caso de que quiera pintarlas. El tercero es un top coat de acabado muy brillante, casi efecto gel.

Cuando estoy segura de que el esmalte está seco, me pongo la crema de manos. En estos momentos, tengo una de Yves Rocher, sin parabenos, a base de estracto de árnica y glicerina vegetal. 

Para acabar, un consejo: evita aplicar esmaltes de cualquier tipo antes de irte a dormir, porque, si no, al día siguiente te levantas con la marca de las sábanas en las uñas. Está comprobado que, a veces, los top coats de secado rápido son engañosos, ya que solo secan la superficie de la uña, dejando debajo la insidia del esmalte fresco. 

Cuando esto ocurre, no se puede hacer mucho más que volver a empezar, la cual cosa no es ni tan siquiera “planteable” a las siete de la mañana, cuando estás a punto de salir de casa para ir a trabajar. Lástima por el trabajo hecho. Ya se sabe que las prisas son malas consejeras. Te quedas con las uñas mate, medio desdibujadas y de aspecto peludo, una especie de nail art alternativa que puedes hacer pasar como lo último entre los manicureros de Nueva York.  
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